El infierno continuó por bastante tiempo, Miyano estaba que no soportaba estar en casa, y los gritos y los celos por nada se hicieron presentes en Hanako, siempre eran los mismos reclamos, reclamos clásicos, aunque para mí era la primera vez que lo escuchaba "¿Dónde estuviste?", "¿Con quién?", "¿A dónde vas?", "¿Por qué?", "¿Quién es ella?", "¿Quién es él?". Después de tanto, para Miyano, regresar a casa era un suplicio, comenzó su hábito del tabaco, usualmente se quedaba tranquilo en el jardín de la mansión y miraba a la nada, a veces se culpaba, a veces solo se preguntaba, yo solo me limitaba a verlo de lejos, uno de esos días, él me preguntó si quería ir a la escuela, a partir de ahí tuve un maestro privado, con el cual yo me exigía demasiado, mi anhelo era que mi padre, mi verdadero padre se sintiese tan orgulloso de mí como lo estaba en ese entonces Miyano.
Pero, incluso entonces, para mí todo estaba bien, fue cuando la bomba estalló, alguien procedente de Sicilia, llegó para buscar a Miyano, era imprescindible que fuera allá, pues el muchacho que ocupaban como chivo expiatorio, ahora lo creían muerto. Cansado de la situación en el hogar, él no lo dudó dos veces, tomó sus cosas y se regresó para Sicilia, volvimos a quedar en casa, mi señora Hanako, mi padre y yo... fue cuando Hanako se embarazó de nuevo.
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