Los primeros años crecí en aquella mansión, jamás me faltó una madre o un padre, dormía con Miyano en su misma habitación y cuando me despertaba por las noches siempre era él el que atendía mi llamado, mi padre, vivía en una casa a afueras del terreno, con varios sirvientes a su disposición, pero esas eran cosas de las que yo no me preocupaba. En realidad los primeros tres años pasaron sin contratiempos, a la par de que mi padre ya se había conseguido un harem, cuya favorita era una mujer de nombre Sahira Jaffat, misma que se convertiría en mi madre sustituta y me daría su segundo apellido.
El tiempo continúo, siempre se me recalcó que mis padres eran ellos, Miyano decía que él solo era mi tío, y mi papá era Bastián, al viejo, aquello no le hacía muy feliz y esos comentarios eran razón de muchas peleas entre ellos dos, peleas tontas como si fuesen niños.
Aun así yo jamás fui a casa con la que ahora yo llamaba mamá, convivía bastante con ella en la mansión y los ratos en que Bastián estaba ahí, que era prácticamente todo el día, pero jamás conocí la casa pequeña. Recuerdo que una vez, solo una, trajeron una pequeña bebé de brazos "Es tu hermana" fue lo que mamá me dijo, y yo estaba emocionado, por fin iba a tener alguien con quien jugar, pero mi padre se enteró y golpeó a mi madre, diciéndole que no volviese a acercar a su hija a este sucio bastardo.
Palabras más, palabras menos, yo apenas si podía hablar, y gracias a los sirvientes y a Miyano, mis lenguas maternas fueron Árabe e Italiano.
Era toda una fiesta el que ellos me escuchasen hablar, ya que, ahora se que ambos acentos no se combinan, pero a ellos les parecía lindo. Como fuere, las cosas comenzaron a cambiar, a los 6 años yo ya sabía que tenía tres hermanas más, mismas que jamás vi, podía hablar ambos idiomas perfectamente y pasaba la mayor parte de mi tiempo al cuidado de las sirvientas, ya que Miyano pareciera no estar en casa últimamente.
Los recuerdos son vagos, algunas veces me viene a la mente el que Bastián me llevara a templos o lugares sagrados con mamá, después me encerraban en un cuarto y de ahí no veía nada más, solo hasta la imagen de mamá llorando.
Como sea, a mis 6 años recibí mi primera nalgada, producto de una pataleta por no quererme ir lejos de mamá. Viajamos a Italia y es ahí donde comienza otra historia.
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