El cuarto de peluches

/ sábado, 17 de septiembre de 2011 /
Este es uno de los relatos que jamás sabré, o que quizá no entenderé, sobre mi miedo irracional a los peluches. Después de leerlo quizá no me resulte tan irracional, pasaba cuando yo tenía como 4 años, entonces Bastián convivía más conmigo, por órdenes de Miyano, claro, entonces me llevaba a templos a rezar, me resultaba bastante aburrido, después comprendí que todo aquello era necesario para mantener un perfil bajo ante una sociedad que lo exigía así. En esos lugares abundaban esa clase de personas que tiene bastante dinero, Bastián necesitaba dinero, así que un día fuí con él y con mi madre a uno de esos templos. La gente se acercaba a rezar y después de horas se largaba, no es muy trascendente de hecho.

Ese día papá entró a hablar con uno de los que me figuro, era el manda más de aquel lugar, comenzó a platicar con él y yo me quedé fuera con mamá, dejando que me acariciase el cabello como siempre lo hacía y escuchándole decir que yo lo tenía hermoso. Ahora que lo pienso, jamás entendí como una mujer tan bella de aquellas raíces tuviese el pelo rubio, pero bueno, son pecatas minutas, como dicen por ahí. Una vez que mi padre salió, le dijo a mamá que se quedara ahí, a mi ni si quiera me tomó en cuenta.

El hombre comenzó a hablar con mi madre, para entonces no dominaba mucho el idioma, pero decía cosas bastante sucias, mismas que se quedaron grabadas en mi memoria y que jamás repetí contra ninguna mujer.

Estando ahí, mi madre le pidió que por favor me sacaran a mi de ahí, yo no quería irme, pero el hombre era bastante "amable", fuimos atrás a sus habitaciones y me llevo a un cuarto pequeño, cerrado, con miles de juguetes y peluches por todos lados, claro, el paraíso para cualquier niño, yo voltee y cuando me di cuenta había cerrado la puerta.

Escuché gemidos, gritos, látigos y por debajo de la puerta vi los ojos de mi madre llorando, yo comencé a gritar y a golpear, los peluches cayeron encima mío y después no supe más, solo se que desperté en brazos de mi madre, mientras ella se cubría por completo la cara.

Aquella escena, se repitió varias veces en mi infancia... pero ninguna como la primera.

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