Los días en Italia

/ sábado, 17 de septiembre de 2011 /
Miyano se reía constantemente, decía que habíamos llegado a Italia con una mano adelante y otra atrás, cosa que jamás entendí. Caminaba de la mano con él y pasamos por aquellas calles, pintorescas y con un clima diferente al que había estado acostumbrado, de hecho, me congelaba, así que la mayoría de las veces yo estaba vestido como si fuese al polo norte. 

Llegamos a Venecia, un lugar con mucha agua, canales por todos lados, un olor peculiar. La gente vestía diferente, podía ver la cara de las mujeres, era extraño para mi, no había visto caras de mujeres en mucho tiempo. De este lugar tengo recuerdos, buenos y malos, como en cualquier otro, de todos quizá fue la vez en que Miyano casi muere del susto porque me acerqué demasiado a la orilla. 

De ahí en fuera no mucho, llegamos directamente a una empresa, donde, en dorado y con letras gigantes se podía leer "Linanzassoro". 

El piso era de alfombra y había dulces en la recepción, jamás se molestaron porque yo agarrara cualquier cosa y me comiera, bien, técnicamente ellos tampoco cuidaban su alimentación así que no había mucho problema. Recuerdo que en las piernas de Miyano llegué a comer casi 10 dulces de los que había ahí. Este dato es levemente reelevante, después de tanta comida chatarra desmedida gané gran peso, parte que me ha creado los traumas y los años más amargos para un adolescente.

Pasamos dentro de aquel lugar, recuerdo a otro hombre, mucho más anciano, en silla de ruedas, los retos comenzarons, la palabras filosas, insultos y demás, yo me quedé agarrando la mano del que consideraba mi padre desde siempre, mientras miraba como Bastián estaba al lado simplemente observando.

Hablaron de negocios, ahora lo sé, o por lo menos mi mente hila una conversación de negocios. Miyano pedía en ese entonces un préstamo a su padre para poder emprender una empresa, mismo que se negó, ese día no conseguimos nada, al salir de aquel lugar, Miyano tuvo una discusión más con Bastián acerca de la suavidad con la que trataba a las personas, francamente creo que era desinterés el que Miyano sentía por cualquier cosa que se moviera, pero no soy quien para darles un preámbulo de él.

Cuando salimos tomé la mano de mi padre, cosa que me negó, así que continuamos caminando por aquellas calles buscando un lugar donde dormir.

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